miércoles, 3 de diciembre de 2008

La “caja mágica” de la lectura está esperando: ¿quién la abrirá?

¡Yo iba para Goliardo! ¿Por qué nací en el tiempo equivocado? ¿Dónde están mis dados para ganarme la vida jugando? ¿A quién voy a engañar con mis versos canallas?

¿De verdad tendré que trabajar? ¿Y pagar un piso?

Cuán presto se va el placer...



Bromas aparte. Hemos escogido, para definirnos en este punto de encuentro, el perfil de un goliardo, esos estudiantes alegres, pendencieros, inteligentes y haraganes, que se educaban en la universidad medieval, pero amaban el juego, los libros y el placer a partes iguales. Necesitamos su ejemplo, aunque algun@s crean que resulta arriesgado en estos tiempos que corren.
Me hubiera gustado ser goliardo. Si el mundo hubiera vivido del lado de la despreocupación y la poesía, entregándose con el mismo ímpetu a los libros y los buenos vinos, ni habrían tomado el control mundial estos usureros, ni ahora estaríamos ahogándonos en estas burbujas inmobiliarias en que nos quisieron encerrar la ilusión. La literatura vacuna contra el desenfreno de lo material. Nos arropa con las armas para desmontar los discursos falaces de aquellos que prometen el paraíso terrenal, y luego mendigan ayudas de los gobiernos. Los poemas nos devuelven nuestras risas de niños, y los cuentos obran el milagro de sacarnos del inmenso absurdo de estos tiempos que nos han tocado en suerte.
Tenemos un tesoro milagroso al alcance de la mano. Sólo hay que abrirlo para que se opere el portento. También hay que compartirlo. Y esos placeres se comparten. Si se enseñan a los niños, y los niños los estudian, no valen, son meros detalles sin peso. Los placeres se viven, no se estudian ni se apuntan. Se viven y se comparten.

Pues eso haremos. Bienvenidos a la pequeña buhardilla donde hablaremos, apostaremos a los dados, y ebrios de poesía, soñaremos con otros montes y otros mares y otros ogros y otras princesas. Trae los tuyos también. Y no olvides tu alegría. Nos espera una tarde larga contando cuentos, y bebiendo y riendo.

Ya sabes, como goliardos.