miércoles, 6 de octubre de 2010

Educación: Todo el día los pies mojados



Un tacto enojoso. Un malestar invasivo. Como andar todo el día con los pies mojados. Trabajar en la enseñanza cada vez tiene más que ver con esa sensación, tan alejada ya del primer ímpetu que nos llevó a las aulas a los que enseñamos. Nadie parece ya entender de qué sirve este trabajo. Los políticos juegan a la educación como con un casillero más de su monopoly, y el más preclaro de entre ellos no logra ni sentar al resto a hablar en serio de una educación a la altura de las circunstancias. El mundo se desmorona y nosotros nos embrutecemos. Entre los padres, si bien es cierto que una mayoría mantiene una idea general de que quiere una buena educación para sus hijos, va tomando posiciones una minoría de botarates cargadísimos de leyes y derechos y barrigas adiposas dispuesta a barrer el derecho de la gran mayoría a una educación justa y de calidad. Un error: que los botarates tengan derechos. Un error que encharca la vida de los institutos. No hay rincón donde alumnos y profesores no andemos con los pies mojados.